30 de septiembre de 2011
27 de septiembre de 2011
22 de septiembre de 2011

y desaparecieron para encontrarse en otro lugar, donde empezarían a echarse de menos (para dejar de echarse de más).
21 de septiembre de 2011
el caso es que no recordaba que ya en Septiembre el sol se escondiese tan pronto. ha dejado una capa de frío abrumador que se hace difícil pasar de ella desapercibida. arropada en una fina tela blanca y revestida por una toalla, no me queda otra si sigo queriendo disfrutar de un atardecer veraniego (el último). noto el sol penetrando en mi piel y siento frialdad. quién me diría al principio del verano que éste pasaría tan rápido, tan demasiado rápido. tengo la sensación de haberme dejado mil cosas en el tintero, de no haber gozado del calor y de sus placeres como debiera. pero ya creo que no sirve de nada lamentarse; a estas alturas sólo me queda aprovechar el último halo de suspiro que proyectan los rayos sobre mis manos. e intentar cerrarlas hábilmente, con la esperanza de que queden guardados bajo llave.
sólo para uso y disfrute mío.
18 de septiembre de 2011
quiero que seas mis adentros
la maleta vacía (o llena de muchas cosas, tendría que pensarlo), la libreta de cuadritos en blanco, los sueños descalzos por el suelo frío, el billete de avión en mano, y en la otra un sombrero por si sale el sol. yo no me veo conduciendo pero sí yéndome muy lejos, a un sitio donde no nos conozcan para cambiar el acento y tintarnos el pelo de rosa fucsia y amarillo gritón (o chillón). donde poder mirar por la ventana y saludar a la vecina de enfrente e inventarnos su nombre. y también los nombres de todos los novios que ha tenido. donde haga falta comprar una máscara de pestañas resistente porque tú no pares de llorar de risa. donde no importe que el chico de pantalones vaqueros y camisa de cuadros que está subido al autobús vea lo fuerte que te abrazo y como mi cara roza tu mejilla cuando te doy un beso de los nuestros (de esos con sonido). donde podamos comer palomitas y tomarnos chocolate caliente.
y que me mires de lejos y me pidas otro beso. y yo te regale un globo terráqueo para señalarte todas las ciudades que nos quedan por perdernos. y así me convertiré en tu contadora de lunares oficial. veintidós.
donde no exista nadie y tu estés cerca. al otro lado de mi cama. y perdernos igual que se pierde el último botón de la chaqueta (que viene sin recambio) o igual que se pierde al parchis. y quiero que andes por mi vida como has entrado y te sientes a mi lado. pero todavía no sé como hacerlo.
no quiero que seas mis afueras.
quiero que seas mis adentros.
17 de septiembre de 2011
15 de septiembre de 2011
12 de septiembre de 2011
11 de septiembre de 2011
no te ofendas si a veces parece que estoy un poco distraída. últimamente se me traba la lengua y nunca sé como terminar frases que empiezo y pierden el sentido conforme avanzo (como ahora). y yo no me voy a ofender si al hablarte parece que estés pensando algo más. he cogido una silla y pretendo quedarme ahí, a tu lado. sin decir nada. solo admirándote hasta el punto en el que no me atreva ni a tocarte. un día me dijiste que me fuera contigo a matar el tiempo y que querías que terminase con tu tristeza. así que sí, te he hecho caso; me atiborraré de ella hasta que te des cuenta que entre tú y yo sólo hay
tú y yo.
10 de septiembre de 2011
dejó de llover y salimos del portal en el que nos habíamos metido hasta que escampara. en realidad nos daba igual que parase de llover o no. andábamos calle abajo mientras los charcos adornaban las aceras y las luces de la calle parecían desdoblar el mundo. yo tiraba de ti y la noche de mí. y tu mirada me hizo estremecer cuando se giró a observarme.
contenías las nubes más oscuras que había visto nunca. todas las nubes del mundo.
juro que yo vi llover en aquellos ojos.
9 de septiembre de 2011
8 de septiembre de 2011

porque aunque broten lágrimas de esos ojos azul cristal no voy a caer en tus redes. tampoco te consiento que me saques la lengua. ah no no, de eso nada. es más, ya no pienso darte el chupete. y mucho menos te daré un abrazo. no quiero hundirte en mis manos solamente porque me gustaría parar el tiempo justo en este momento, eternizar ese instante de felicidad máxima al empaparme de nenuco y ver que la vida se resume en dos sonrisas y una mueca.
y notar como se alarga mi risa por tu culpa. y sí, lo has conseguido.
al final has conseguido que te devolviera el chupete (pero cómo te voy a decir que no).
7 de septiembre de 2011

y una infinidad de cosas que, por miedo a romper la magia, me las reservaré en secreto para nuestro nuevo encuentro - con salitre y algún que otro beso -
4 de septiembre de 2011
La vida va por temporadas. mírate, has acabado llevando esos pitillos de tu madre que ni muerta te los pondrías. ¿y qué me dices de las camisetas cortas a rayas de tu hermana mayor? ya no puedes vivir sin ellas.
temo el día en que esta temporada termine y me quede sin nada.
así que creo que voy a ir empezando a guardar, por si se vuelven a repetir tener algo que ponerme.
(todo esto es un plan) alguien ha elegido que tú seas quien esté aquí a mi lado y yo sea la que se ría de las caras que pones frente al espejo. nos han puesto juntas justo en el momento oportuno, del día X del calendario.
espero que el capricho de habernos unido le dure un tiempo porque me he pegado a ti con celo(s) - y nunca mejor dicho - y no hay quien me separe.
3 de septiembre de 2011

no sé si te has dado cuenta, pero ya no eres esa niña adolescente que antes eras, cuando te conocí. has llenado tu cuerpo de rock, y has cambiado tus tenis por tacones negros. ahora pisas más fuerte por donde pasas, y a veces pasas sin mirar por donde pisas. has aprendido a llevar escote y a enseñar ese lunar que antes escondías. te alborotas el pelo si me ves y te revuelves entre pinturas y maquillaje.
ya no te escondes debajo de las sábanas cuando duermes, ni te asusta la gente. no nos tocamos las manos en un café del centro, ahora prefieres acariciarme la cara con cuidado. tampoco agachas la mirada cuando pasas cerca de mi lado. ahora tus ojos apuntan hacia el techo, y se pierden entre el blanco de la habitación. has tirado por la ventanilla de atrás del coche el plástico transparente que envolvía tu corazón, y se lo ha llevado el viento al soplar. tampoco eres la chica del último vagón que escuchaba canciones en inglés. ni la joven de la puerta del metro que tocaba la guitarra. y ni mucho menos eres una más de las que se quedaban dormidas hasta la penúltima parada.
las estalactitas de tus ojos hace tiempo que cayeron empicadas al suelo, rompiéndose en pedazos. ya no hay capa de hielo que envuelva tu mirada, ni filtro azul que tiña tus fotos. las películas de miedo ahora te dan menos miedo, y las de amor ni te erizan la piel. ahora peinas los enredos con besos y cierras la puerta de un portazo.
si con el verano se ha ido tu habilidad de nadar, no sé cómo harás para no ahogarte cuando llores.
2 de septiembre de 2011
1 de septiembre de 2011
lo hice. me tiré al agua sin pensarlo. y salí corriendo con las gotas cayendo sobre la arena sin importarme que los pies ardieran en sintonía. y aquel niño no paraba de llorar, asfixiándose en su propia pena. salían lágrimas de aquellos ojos turquesas lenta y progresivamente, compitiendo unas con otras a ver cuál tardaba más en llegar al final de la comisura de los labios. era un niño lo suficientemente mayor como para no emocionarse al encontrarse una moneda de 20 céntimos (esos 20 céntimos) y lo suficientemente pequeño como para buscar la atención de la madre en cada movimiento que realizaba, en cada castillo que hacía y en cada grano de arena que se le clavaba en las pupilas.
odiaba que no parase de chillar y de patalear manifestando su felicidad. no digo que me moleste que la gente sea feliz, pero era el tipo de niño que, aun siendo insoportable, tenía un noséqué que taladraba mis mejillas produciéndome una sonrisa. una sonrisa que se desvanecía para dejar paso a la exasperación en cuanto le volvía a escuchar sollozar. era entonces en ese momento cuando aprovechaba para bañarme en sal, nadar hacia lo más remoto y divisarlo a lo lejos en el horizonte. allí sí daba gusto verle gimotear en la orilla, con esa inocencia infantil. tenía una risa divina y un encanto en esos ojos turquesas que te hacía olvidar cualquier tristeza adyacente.
tenía algo que me hacía desternillarme de risa, esos párpados hirientes y esa mueca que conseguía sacar lo mejor de mí cada vez que me lo encontraba en la playa.
creo que nunca deberíamos crecer.
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