28 de junio de 2015

a cuarenta grados.

yo no sé si dormir con camisetas enormes
de mangas largas
y sudaderas encima de ellas
que esconden más de una vigilia
en un verano a cuarenta grados por la noche
en una terraza tirada al vacío
implique el fin de una vida 
o el inicio de un duelo.

y mira,
prefiero no saberlo.

21 de junio de 2015

en carne viva.

al final te quedas en Málaga. y yo arrastro los pies hasta Almería, para subir a un séptimo con terraza. lo que me espera se esconde en días que se acumulan y me entorpecen el viaje de ida y vuelta a mi trabajo. las tormentas de -hoy que ya es- verano rajándome la garganta en plena tormenta y la mirada huidiza que me guardo cada hora y me muerdo por no rabiar. mi esternón resquebrajado en cien mil fragmentos que antes protegía un corazón que vacío había sido llenado. y ahora en otra ciudad donde no hablan como nosotras, y prisas que se tropiezan por la calle con esta cara a las ocho de la mañana y a las siete de la tarde, y mareas de playas donde nunca nos hemos ahogado. que tu olor encuentre mi nariz buscándolo por toda mi cama al tiempo que esquivo los charcos y la rutina que me acompaña a donde quiera que vaya. que me duela es inevitable, pero es cierto que el sufrimiento es opcional, y no sabes cómo te echo de menos. el miedo de no saber si voy a encontrarte cuando vuelva la vista doscientos kilómetros atrás. que me ahoga la tristeza en el hueco entre la nariz y el ojo, donde el cielo y sus tormentas de verano están implícitas. que aparezco gris, que siempre duelo y a veces quemo. que te quedas en Málaga (que me dejas -en Almería-). arrastro mis rozaduras en carne viva chocándose con todas las esquinas, y las ojeras por la estación de autobuses y el aeropuerto, me recorro las autovías y carreteras, pero ya no estás en el cielo gris ni en el aire, ni me ha dado tiempo a guardar tu sabor bajo la lengua. Solo escondo tres palabras, que no sabré si podrán llegar hasta ti pero amor, gracias, tú
te quedas en Málaga, y me dejas -aquí-.

15 de junio de 2015

cuando hacías nido.

a los ocho años dormía ya sola y a los veinticuatro aquí me ves, abrazando al cojín como si de madrugada vinieran a robármelo. fue faltarnos y yo qué sé, no concibo el sueño sin ti cuando hacías nido al otro lado de mis huesos. que necesito oírte sofocada bajo mi almohada. y salir a tomarnos un algo por el centro de la ciudad. brindar a tu salud por un motivo que yo me sé. y vuelta a las sábanas arrugadas. encontrarte a media noche si me descuido por mi pasillo y descalza. las plantas de tus pies congelándose sobre las baldosas grises. las calles cuando se cruzan conmigo y me hablan de tu pasado, y las paredes y sus edificios. que los dos salvavidas de mi nueva piscina son tus brazos en el momento en que toco fondo y me ahogo. que me sobran dos mil razones para acojonarme si te pierdo, y desapareces, y ya no estás. y me falta tiempo para correr en tu busca, agarrarte del pelo y decirte que me cago en la puta, yo sí que te echo de menos.

ojalá este viernes más vie(r)nes que nunca.
y así con toda la semana.
y el mes.
y la estación.

7 de junio de 2015

bolsa del carrefour.

cuando ya no se sabe dónde está el fin de las cosas y dónde ha quedado el principio de todo, si lo piensas bien mira, eso ya ni es fin ni es el principio. el cielo se está rompiendo con el sonido del viento. y a mí me hace dar vueltas como una bolsa del carrefour a 190 kilómetros por hora. llegará el sol por la mañana y amanecerá infrarrojos entre las nubes, y los ojos se me volverán blancos, justo al borde de la azotea. me da a mí que la vida tiene que ser algo así como un puto accidente de tráfico donde un coche choca contra ti de frente, das tres mil vueltas de campana y acabas tirada en mitad del arcén esperando a que alguien venga a recogerte.

o también la vida puede ser eso que sucede 
cuando me da por
no escribir.