30 de noviembre de 2012

necesito un giro de 360º.
y yo con pánico a las alturas.

28 de noviembre de 2012


te levantas un día y eso que no esperabas llega, así, sin más. nadie te avisó de nada, tú lo vas viendo venir. como las visitas de los aviones a ciudades desconocidas por culpa del temporal. como las tormentas de verano, las de finales de julio. pero tú estás tan cegada que te da lo mismo que te llueva. y luego te mojas, y te cala el corazón. te mojas y lloras. porque ha llegado la tormenta de otoño que no esperabas y resulta que tú te dejaste el paraguas olvidado en la mochila el fin de semana de Granada.


27 de noviembre de 2012

las verdades duelen
cuando menos te lo esperas.

no estés sola, Soledad



Lola se había tirado la última semana llorando tanto que ni siquiera recordaba qué día comenzó concretamente su diluvio universal. no sabía si con el café de por la mañana o con el edredón nórdico de la noche anterior. lloraba, lloraba mucho. qué digo, muchísimo. como el año anterior que en un ataque de rebeldía preadolescente le chilló a su hermana palabras tan feas que luego no tenía valor ni de mirarle a los ojos. si hago un esfuerzo todavía se me viene a la cabeza cómo lloró aquella noche (y los tres días siguientes) al recordar las palabras que salían de su boca y la cara rota e inerte de su hermana. pues igual pasó ese día, ese domingo, para ser más exactos. lloraba tanto que parecía que nadie sería capaz de cortar ese grifo. primero lloró en casa y luego salió a la calle para subirse a un autobús, llorando, y luego también lloró en un tren. como jugando a ver qué corría más rápido, si las lágrimas por sus mejillas o el mundo fuera de su asiento de tren o de autobús.
había una pareja que se estaban dedicando palabras bonitas entre ellos y algún que otro beso, y la miraron llorar y Lola se sintió orgullosa de lo que estaba haciendo, porque ella sabía llorar bonito. lloraba disimulado y suave. ella siempre llora bonito, mucho más que cualquier otra chica que hubiera visto antes. 

Lola lloraba, y encima, lloraba bonito.

26 de noviembre de 2012




hoy he sentido como me ardía la sangre y me hervía el corazón. he visto pasar toda mi vida en un segundo en la cocina. en la sartén se están friendo mis entrañas. y mi nevera está demasiado fría, y se ha congelado el vino dentro de la botella. nadie se atreve a abrirla para que entre la brisa que corre por la ventana. creo que voy a acabar desconectándola, que mis latidos ya comienzan a convertirse en cubitos de hielo, y en mis huesos ha calado el frío polar.


la increíble historia de la chica que lloraba pelando una manzana, 
por eso de que no había cebolla que cortar.

25 de noviembre de 2012

gracias a ti por existir.


que las certezas dejan de serlo si empiezas a engañar. antes no me daban miedo las alturas. pero tú tampoco me dabas. hubiera bastado con ponerte en medio de la pista de despegue, vestida con un chaleco reflectante y gritando desmesuradamente que ya vale de tantas despedidas, que no soportas los aeropuertos, que te vienes o que me quedo. pero a lo mejor  no merecía la pena correr tras un avión. quizás demasiado rápido, y tú sin estar en forma. y, de pronto, dejé de verte. estabas a kilómetros de mí, sentada al otro lado del planeta. pero yo no estaba allí. nuestros besos estaban a mil metros de altura. no sabría decirte con exactitud cuánta fragilidad cabía entre tanta distancia.

y ahora todas esas nubes que nos separan no caben en mi cama. se amontonan en masa y me inundan el cuarto entero, conmigo dentro. nosotras éramos como rotar un globo terráqueo, de esos que tienen una bombilla dentro. éramos como darle vueltas hasta pararlo con un dedo y caer en cualquier otra parte que no fuera océano. y perdernos en lo verde. pero ahora me he quedado sola, señalando a lo azul del globo, con el dedo corazón. he pasado a ser una náufraga, navegando sobre esta cama, que ahora ya es sólo mía, en busca de algo a lo que me pueda agarrar, para evitar disolverme entre tanta agua salada. se me ha hundido el corazón. la marea me llega hasta la tráquea, y la corriente se ha llevado todas nuestras fotos. estoy vaciando mis arterias y rellenándolas de sal. y yo siempre había pensado que esperarte era como hacerme la muerta en el mar boca abajo. si abría los ojos veía peces, algas y alguna que otra medusa gigante. si los mantenía cerrados, sentía la espuma de las olas pasar por mi espalda. pero yo también sabía que algún día tendría que quedarme sin aire. era solo cuestión de tiempo. las heridas escuecen por las noches, y desde aquí solo vislumbro cómo cae el sol. sabes que yo siempre preferí los atardeceres, o al menos, siempre confié en que lo supieras.
antes de que todo esto empape y se cree una masa ilegible quiero dejar por escrito que no.
que no tendría ningún problema en reconocer que me ahogo por volver a verte. a lo mejor no te saludaría, sólo jugaría a esconderme detrás de ti, y observarte, como aquella vez en la tienda de accesorios y tonterías que tanto te gusta.
te vería a diez metros de distancia y juro que en ese preciso momento me desmenuzaría en billones de partículas insignificantes que la gente pisaría sin ningún reparo. y te prometo que mis añicos no se podrían unir, ni siquiera con el nudo más fuerte del mundo.
de otra cosa no, pero de eso, estoy más que segura.

a veces se cometen gilipolleces
y locuras por amor
pero las más complicadas de realizar
son aquellas que se cometen
para olvidarte.


un día me dijiste que sí, que hasta el fin de tus días.
debes estar anocheciéndote, porque es que no consigo entender esto.

23 de noviembre de 2012

que cierro los ojos y veo todo verde oscuro casi negro. gente que va de un lado hacia otro. corren por llegar a ninguna parte. lo hacen en masa. se difuminan entre sus abrigos y bufandas. suben escaleras, bajan cuestas. te miran de reojo y no sonríen. la distancia se pierde entre sus pasos. y yo camino lento para enfriarme. me dejo llevar por la corriente. la marea de mi cuerpo ha llegado a cubrir todas las rocas. me alcanza la cadera y mis piernas se ahogan. el salitre se mezcla con mis párpados y mi pelo. las pestañas se enredan entre tanta alga. y el blanco de la espuma se confunde con el de mis ojos.
y luego nado. para encontrar tierra, para tocar fondo. y me inunda la sensación de tener los pies en el suelo. y siete metros de presión por encima de mis entrañas.
y luego nado. y luego nada, sólo frío.

e poi niente 
soltanto freddo.

21 de noviembre de 2012

a veces echo de menos escribir.
y no lo hago.