13 de marzo de 2018

aceitunas.

me recuerdan a ti cuando voy a un bar
y me entregan una carta que me sobra
porque cuando una tiene claro lo que te quiere
no le hace falta seguir pidiendo nada.
también cuando el supermercado se vuelve laberinto y me pierdo
y después de preguntar a la dependienta
me lleva hasta el pasillo y te señala
no sin pasar antes por la zona de los quesos.
me lo recuerda mi hermana, en sus mejores días,
y la alegría de verme
en la terraza
escondida entre el humo del cigarro.
me lo recuerda el campo y los olivos,
el río cuando se baña la perra.
la chimenea al quemar el chorizo
que después te meterás en la boca
y el jamón que acompaña al pan
mientras hace tiempo tu estómago
a la paella de mi padre al sol
a las tres de la tarde de un invierno.
me recuerdan a ti cuando voy a la salita
y mi abuela metida en la mesa camilla
asomando sus ojos por un resquicio de la manta
me cuenta historias que nunca acaban.
me recuerdan a ti cuando mojo los pies en la playa
y la corriente que alcanza mis tobillos
me impulsa al calor de la arena
y a tirarme en plancha sobre tu toalla.

5 de marzo de 2018

le diste en la cabeza, joder, y menuda puntería. un golpe seco y rotundo. cayó al suelo desplomada. se intuía la sangre de lejos, todo el torrente rojizo llenaba cada una de las bocacalles que encontraba a su paso.
y tú ahí, impasible, como si la vida no fuera contigo.
la lluvia también facilitó que la ciudad enfermara de burdeos. el cuerpo pesaba demasiado, era mucho más grande a lo largo y a lo ancho que tú. lo llevaste a rastras como pudiste hasta conseguir esconderlo detrás del callejón lindante con tu casa, próximo a la parada de taxi. tuviste suerte en que nadie lo encontrase después de la mella que hizo el paso del tiempo sobre él.
la segunda ya te pilló con más soltura. fue con una piedra más grande que la anterior, más áspera y con vértices afilados como cuchillas. el caso es que la sorprendiste de espaldas, mientras salía del trabajo. tras el golpe, sólo faltaba esperar a que dejase de musitar con un hilo de voz casi imperceptible palabras de perdón. así que esta vez necesitaste terminar la faena con otro golpe más rudo, más sordo, mucho más entero.
pero tú ahí, impasible, como si la vida no fuera contigo.
ya cometido el delito, cargar con el muerto era otra historia. 
y hoy vuelves a empezar el día con la costumbre con la que llevas empleada un tiempo atrás. mírate, aparentas otra persona, opuesta y contraria. no sé qué has hecho contigo.
parece que te hubieran cambiado el alma de sitio o te la hubiesen arrancado de cuajo y tirado a las alcantarillas que arrastran el agua y la mierda que confluyen en el mar muerto.
parece como si sólo te movieras inerte, sin rumbo, para calmar tu rabia.
mírate bien, de arriba a abajo y de dentro hacia fuera.
tus piernas, tu pecho, tus ojos.
ahí te ves, con los bolsillos llenos de pecados
y las manos desbordadas de piedras
buscando matar a alguien entre todos
para acabar
muriéndote tú
sola.

26 de febrero de 2018

¿alguien ha escrito alguna vez algo para ti?
en tus horas más tristes, más bajas,
¿alguna vez me has oído hablarte?
escúchame ahora
sabes que preferiría estar sola
a estar sin ti.
¿no lo sabías?
¿alguien ha dado cualquier cosa por ti?
en tus peores horas, las más bajas,
¿se lo has devuelto alguna vez?
pues yo sí.
te he dado todo esto
y aunque sea lo único que haga
quiero que me recuerdes.

19 de febrero de 2018

duele el amor cuando no se hace.

vivimos para doler. todos los días desde el momento en que nacemos están puestos ahí, a conciencia, para doler. duelen personas, duelen olores, duelen ideas, duele el tiempo cuando pasa y cuando no. estamos condenados al sufrimiento, y ni siquiera nadie nos ha dado la opción de elegir. nadie hace ventisiete años se acercó a la barriga de nadie a susurrarle un poco de qué iba la historia esta. 
todos los días de la vida están hechos para doler y únicamente uno de ellos se salva, 
el último. 
duele el tortazo que te da la matrona después de que tu madre haya hecho de tripas corazón. duele la marca de sus ganas. todos esos putos dedos señalados en la piel,
para luego empezar a respirar.
pero joder, de qué me voy a quejar. quién se acuerda de esa primera torta a mano abierta. ese día fue el inicio del calvario. habiendo abierto la veda de esa manera no podría esperar cosa distinta.
a esta primera guantá le han seguido al menos un centenar más, y todo para luego 
respirar, 
si es que menuda gilipollez sin sentido. 

vivir es algo parecido a cuando aquella vez mi madre me dio una bofetada por romper su colonia favorita mientras saltaba con ella encima de la cama. juro que nadie, a día de hoy, sabe lo mal que llegué a sentirme. absolutamente nadie, ni siquiera mi madre. fue imposible arreglar todo aquello; la habitación al completo olía a culpa y remordimiento. estaba empapada la alfombra, el espejo me miraba con crueldad señalándome con el dedo y riéndose el muy hijo de puta, la losa descascarillada donde tropezó con malicia el bote no paraba de quejarse mientras se estremecía, había millones de cristales diminutos repartidos por todo el dormitorio, incluyendo mis dedos. y ese asqueroso olor a culpa corría chocando con las ventanas y se me metía en las sienes pudriéndome por dentro.
me sentía de puta pena pero cómo coño iba a arreglar aquello.
sólo me quedaba impregnar la vergüenza en la fregona, retorcerla con vehemencia, y pasarla por cada baldosa que hubiera quedado manchada de culpa. en ese momento escuché cerrarse la puerta de la entrada. mis oídos comenzaron a emitir un pitido que hacía nudo a mi garganta, comprimiéndome así el ansia por reparar lo estropeado. recogí todos los restos de mi delito con la cabeza baja y percibiendo lo inminente. cristal a cristal me fui abriendo la piel. la fragilidad me perforaba las palmas,
el costado,
las zarpas.
me rasgué las pestañas con la torpeza de la prisa. me fui doliendo cada vez más, poquito a poco, más. pero me lo tenía merecido,
por eso quizás dolía menos.
en ese momento no me preocupaba que me agrietara el pellejo porque sabía que esas heridas eran las únicas que podrían cicatrizar. 
el dolor de la mejilla que vino después era diferente. 
de aquella segunda guantá de mi vida no hubo rastro físico. lo que sí hubo fue una sensación hormigueante, como si me hincaran con inquina un puñado de agujas entre las encías.
hoy día no queda ningún rastro en la piel de aquel segundo prefacio, sólo el poso de la culpa manchando las palabras que aún se esconden entre piedras por miedo a que alguien,
libre de pecados,
se atreva a acercarse.

1 de marzo de 2017

día 5. la pérdida más que perdida.

la pérdida, cuando no viene ligada a la muerte y no tiene un carácter particular en razón de su radicalidad o irreversibilidad, sino que implica una separación no mortal dejando abierta la esperanza al reencuentro.
la pérdida oculta en otras pérdidas ajenas a la mía, de diferente procedencia y vete tú a saber si físicas o idealizadas.
pues esa,
mi vida diaria.

la dificultad que me ciega y que me rompe para acatar la realidad, 
lo que supone unir pieza por pieza con gran gasto de tiempo y de energía, mientras la pérdida (más que perdida ya) continua en mi cabeza. 
los consejos, las terapias y los tratamientos que ni yo me creo, y que asumo con tal grado de responsabilidad que pareciera engañarme a mí misma en virtud de la persona que tengo enfrente.
la pérdida
de ocho a dos y media, para ser más exactos.

perderte
las dieciocho horas del día
y sobre todo las seis horas de la noche, 
para ser más exacta.

26 de febrero de 2017

the end has no end has no the end has no.

día 2.
si hablamos de una persona que realmente está deprimida, una depresión de estas en las que se está hecha una puta mierda y que se encuentra totalmente hundida, esta persona se queja de ella misma, de su daño y de su pecado, no del daño de los demás. al revés, cree que es ella quien los está y los ha dañado. no se queja de ellos sino que se acompaña ella misma de un dolor moral propio insalvable.

además se siente desinteresada, no tiene capacidad para volver a querer, para desear. se encuentra cansada, pesimista y no ve horizonte alguno. no puede y además es incapaz de desear más, lo ve todo negro, no vislumbra nada en el futuro porque para ella no hay nada. está inhibida, no tiene acción, no tiene el empuje del deseo para salir de la cama. no sale de casa, no sale a pasear, no sale a distraerse con los amigos. se queda parada en el sofá perdiendo la vista en la pared, y del sofá no se mueve, existiendo en ella una inhibición y con ello, una angustia. 
porque siempre que hay angustia hay tristeza, es decir, miedo a la tristeza. siempre van acompañados.

cabe destacar que en la persona que está deprimida, y como hemos dicho, hecha una puta mierda, existen autorreproches, agresividad e incluso autodestrucción. todo deprimido es una persona que pone su energía en contra de sí misma. 

dentro de esta tristeza sería conveniente hablar de la soledad como factor importante en ella. es decir, la tristeza te aísla, te aleja de la otra persona y te empobrece. mira, esto pasa con Saturno, el dios de la melancolía, que se llega a ir tan lejos donde allí ya no hay nadie. entonces todo está oscuro, todo está frío, no tiene compañía, no tiene personas alrededor. 
la tristeza te arrasa y te va asolando, te aparta del amor que te entristece.
es decir, la tristeza y la soledad se acompañan de manera muy conflictiva o con cierta armonía. 

por ejemplo, yo tengo un duelo con una persona a la que he querido mucho y de repente me deja y me pierde todo el cariño que antes me tenía. la tristeza de ese duelo es una tristeza completamente agónica y a la vez una situación melancólica donde ya no está esa persona a la que estoy queriendo pero en cierto modo, con mi tristeza, la sigo manteniendo en mi cabeza. es decir, todavía no me he separado de ella interiormente y esa manera de tenerla presente no es a base de dedicar risas y alegría sino que siempre es otro sentimiento triste. digamos que mientras estoy triste estoy queriéndote todavía o todavía me creo que me estás queriendo.
en este caso, la tristeza no decimos que sea una tristeza patológica. en este caso se trata de un duelo donde hay una tristeza con una soledad, pero esa soledad es una soledad armónica, es proporcional al daño sufrido y el daño realizado, sobre todo.

mira, fíjate que todas las personas, y lo podemos ver continuamente y de forma particular en nuestra vida, como las distintas personas de nuestro entorno familiar o social reaccionan de manera diferente a cuando alguien fallece o ante una pérdida, un duelo. unos prefieren no ir al cementerio ni tener una foto del fallecido, ni siquiera que les hablen del muerto, porque esto les parece la mejor opción para salir del trance. y, en cambio, hay otros que no pueden dejar de ir al cementerio y que si no ponen cuadros del fallecido se sienten más deprimidos y que si en un momento determinado de pronto parece que se están distrayendo con una serie televisiva y no están pensando en el muerto se sienten culpables, porque no le quieren olvidar. mucha gente dice eso de ’es que no quiero olvidar’ a la vez que están notando que se les está perdiendo esa persona de la cabeza, que se les está yendo lejos, y se sienten muy mal por ello. y otros, sin embargo, se quejan de lo contrario ’prefiero olvidar y en cambio, me viene todo el rato al recuerdo’. estas son las diferentes reacciones tan opuestas de la propia tristeza.

la tristeza de ese duelo es una tristeza completamente agónica 
y a la vez una situación melancólica donde ya no está 
esa persona a la que estoy queriendo 
pero en cierto modo, 
con mi tristeza, 
la sigo manteniendo en mi cabeza. 
así que mientras esté triste seguiré queriéndote todavía 
o todavía 
me creo que me estás queriendo.

9 de febrero de 2017

la luz que entra, muy suave, por las grietas de la persiana que ayer no cerraste. el pan al mojarlo en aceite mientras desayunas en una terraza. envolverte en una manta, hasta el cuello y sin pijama, antes de irte a dormir. el paso del humo por los pulmones. el olor a sal si te da por patinar por el paseo marítimo. las señoras mayores cuando las dejas pasar y te lo agradecen con un prenda. las buenas noticias cuando no son noticias. las carreteras estrechas adornadas con casas de alquiler. los cinco euros del bolsillo que hacía meses no abrías. la excusa perfecta para volver a volver. el bolígrafo que vuelve a pintar cuando aprietas la punta sobre el folio. el sofá cuando te abraza y no te deja marcharte. el motivo para marcharte. los labios muy rojos. sonreír con tu canción favorita y darte cuenta que aún te sabes la letra. asomarte a la terraza y no salir, literalmente, volando con el viento. las cervezas con sus tapas caseras. 

porque nunca seremos tan
jóvenes
como ahora.