odiaba que no parase de chillar y de patalear manifestando su felicidad. no digo que me moleste que la gente sea feliz, pero era el tipo de niño que, aun siendo insoportable, tenía un noséqué que taladraba mis mejillas produciéndome una sonrisa. una sonrisa que se desvanecía para dejar paso a la exasperación en cuanto le volvía a escuchar sollozar. era entonces en ese momento cuando aprovechaba para bañarme en sal, nadar hacia lo más remoto y divisarlo a lo lejos en el horizonte. allí sí daba gusto verle gimotear en la orilla, con esa inocencia infantil. tenía una risa divina y un encanto en esos ojos turquesas que te hacía olvidar cualquier tristeza adyacente.
tenía algo que me hacía desternillarme de risa, esos párpados hirientes y esa mueca que conseguía sacar lo mejor de mí cada vez que me lo encontraba en la playa.
creo que nunca deberíamos crecer.
No hay comentarios:
Publicar un comentario