nada cambia en esta puta ciudad.
las horas siguen siendo horas
y desde que empieza mi mañana
mareando con una cucharilla
el azúcar del café
lo único que pasa, es el tiempo.
cuando me escupen
tu nombre las tostadas
y el dolor no se atreve a asomarse
porque tiene miedo.
y el miedo es solo de los valientes.
hoy he mirado por la ventana
como si nunca antes hubiera visto llover.
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