21 de septiembre de 2014

se nos van.


siempre me la encuentro saliendo a la misma hora. y apresurada, como si el tiempo se le fuese a agotar. se recorre toda la ciudad por la misma acera. siempre por la misma acera de la misma calle. todos los días. las manías se hacen con ella, y las obsesiones. se le distingue la silueta a lo lejos, los brazos moviéndose al viento inertes, clavados en su pecho. la cabeza alta, para que el aire le seque las lágrimas, hundiendo su mirada en el fondo del puerto. buscando alguna luz detrás de esos barcos que parten sin despedirse de nadie, como este verano. 

todos los días a la misma hora baja el primer escalón de su puerta y echa a correr y a llorar ''es septiembre, que se me clava en el esternón y me hace llorar''. pero el lloriqueo ese no es solo en la calle. también es en el paseo, en la playa y a la vuelta de su camino.
y justamente hoy la he vuelto a ver. pero esta vez no ha llorado cuando me he tropezado con ella, ni ha seguido su trayecto habitual. esta vez no ha buscado las luces bonitas de los atardeceres que le dejan sin palabras, ni voz.
se le ha ido la fe en las cosas con encanto, se le ha ido el sentimiento. tal vez cuando pasa el tiempo se nos van las cosas ancladas al cuerpo. las manías, los lloriqueos, los olores. y ahora tengo verdadero miedo. no sé qué se me irá a mí cuando acaben los domingos de nostalgia. no voy por la misma calle que ella pero sí que lloro con septiembre. puede que se me acabe el vicio de acordarme de ti con cada cerveza o con el frío que me dejaban los países del norte.
pero hasta que eso pase, intuyo que seguiré saliendo a correr, a llorar y a despedirme de todos los barcos que no se despidieron de mí.

y siempre por la misma calle, a la misma hora,
y con las mismas prisas.

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