la manía de pensarte no me deja dormir tranquila -y eso que me prometí no hacerlo-.
un día, no hace mucho, me corté con el cuchillo menos afilado que quedaba en el cajón, porque los demás estaban en remojo en el lavavajillas. eran las nueve de la mañana y no tenía a quién recurrir. me agarré a la silla nada más notar que me mareaba. y pasó el tiempo. no sabría calcular cuánto me pude quedar así, incorporada para evitar que el pánico fuese creciendo. y me vi con los picos de mis huesos arañando las baldosas. todo el frío calándome por la columna. me corté con el cuchillo menos afilado,
un día, no hace mucho, me corté con el cuchillo menos afilado que quedaba en el cajón, porque los demás estaban en remojo en el lavavajillas. eran las nueve de la mañana y no tenía a quién recurrir. me agarré a la silla nada más notar que me mareaba. y pasó el tiempo. no sabría calcular cuánto me pude quedar así, incorporada para evitar que el pánico fuese creciendo. y me vi con los picos de mis huesos arañando las baldosas. todo el frío calándome por la columna. me corté con el cuchillo menos afilado,
y sí,
la manía de pensarte me dejó cicatriz.
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