13 de febrero de 2014

pero era lo bueno de tener una habitación blanca, porque dependiendo de la luz que entrase, viraba de un color a otro. hubo un tiempo en que se tornó verde fuerte, y la cama, la silla y el escritorio brillaban con cualquier tonalidad que se colara por la ventana; ni las persianas me protegían del color. luego fue evolucionando a una gama más débil, un verde oscuro casi negro. y me tragué el corazón entre tanta nebulosidad. mi habitación era el anonimato de los días transcurridos al margen de la vida de fuera. al margen de ella. a fuerza de rascar hice agujeros en el techo, para que se colase más luz antes de que los atiborrasen de cemento.

era una forma de seguir viviendo
contra la vida.

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