16 de octubre de 2013

"yo me quemo, muy rápido. la primera parte de mí se eleva en un denso humo que se mezcla con el humo de los demás. luego quedan los huesos, que se convierten en ceniza. barren las cenizas para llevarlas hasta el río y al final quedan motas de nuestro polvo flotando en el aire mientras el nuevo grupo trabaja. esos fragmentos de polvo son grises. nos depositamos en sus zapatos y en sus caras, y en sus pulmones. y se acostumbran tanto a nosotros que pronto ni tosen, ni se esfuerzan en quitársenos de encima cepillándose la ropa. llegados a este punto, sólo se mueven. respiran y se mueven como cualquier otro aún vivo en este lugar. y así es como el trabajo continua."

que sólo quedara el barro después de la lluvia. una mezcla de aprensión y pánico se hacía con el ambiente. toda esperanza recaía sobre la atmósfera. el aire impulsaba los llantos de corazones perdidos. la vida había dejado de ser justa. el mundo ofreció su peor cara, convertida ya en polvo. y eso es lo que acabaríamos siendo. polvo que ensucia y que se disipa en un suspiro, una respiración, o en un descuido. pero ella se encontraba limpia por fuera. y eso es lo que verdaderamente le importó después de que los demás siguieran destruyendo la existencia. porque, al fin y al cabo, eso era lo único con lo que podía sentirse tranquila. existir aquí o allí, qué más da.
lo importante es que una parte de ella seguía viva, en cada poro de piel desconocida.

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