8 de noviembre de 2011

creo que siempre he acabado riéndome de la vida, de mí misma. y cojo carrerilla lanzando la vista atrás, con fuerza, viniendoseme con ella recuerdos de cuando éramos pequeños y no levantábamos ni un palmo del suelo. a los 7 años jugábamos a refugiarnos bajo esas cuatro paredes de cartón -o república independiente de nuestra caja-. recién cumplidos los 10, decidimos que era el momento de crear una rebelión contra el vecino de enfrente, declarándole la guerra y tomando como rehén a su perro, el cual se convirtió en nuestro prisionero cuando se me ocurrió que podíamos pedir un rescate para poder financiar todas esas ideas que no cabían ni en tu mente, ni en mi pecho. tenía la cabeza llena de proyectos; unos buenos y otros que me costaron dos mordiscos de perro y una torta de mamá. a los 16 años quise salvar al mundo. y a los 20 sigo aquí. pero con una vida mejor y sembrando sonrisas debajo de los felpudos de las casas. me enseñaste a coger estrellas y a jugar a ''qué hora crees que es'', a prometernos con los meñiques un poco más de un mundo -y esos pactos de meñiques son irrompibles- y a que el amor desde que te conozco sabe pluscuamperfectamente delicioso.

y sólo cierro los ojos con fuerza para ver si en un futuro perfecto seguimos construyendo vidas en cajas de cartones y murallas en la playa, bajo el sol del mediodía (o de la Toscana, que lo has pensado).

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