ella hacía equilibrismo en el borde de cada beso. y mientras yo veía su imagen resbalándose sobre mis manos. nos quitamos los pijamas que estaban pegados a nuestra piel. mis labios le calaban hasta su clavícula, y su silencio se perdía a la altura de mi nuca.
quizás esa noche el sótano se volvió demasiado cruel. empezó abrazándonos y terminó
despidiéndose.
No hay comentarios:
Publicar un comentario