14 de diciembre de 2014

qué gusto da escucharte.

corre la vida hacia el futuro y yo me quedo en casa con los planes de domingo oyendo golpear el agua contra la ventana. y qué gusto da escucharte. son los objetivos la meta de esa maratón que me empuja a salir al escenario, delante de una sala oscura llena de gente, unos putos focos alumbrándome los ojos y taponándome los sentidos. y yo con el pánico anclado a la garganta, incapaz de articular palabra entre tanto silencio. a las chicas cuando nos hacemos mayores en la gasolinera nos hablan de usted, y la niñata del mercadona ya se toma la libertad de decirme ''señora''. el olor a mojado me ha taladrado la nariz y esta vez ha ahondado hasta el corazón, y qué poco me gusta abrirme (así, de este modo). mira, hoy domingo podría haber sido, si hubiésemos, eso de, quizás aparecer por tu barrio y plantarte una bandera blanca sobre el tiesto de la entrada. esperar media hora en cada calle a que nos cruzásemos. dejarte un post-it pegado en todos los cuarto ge de cada portal, por si coincide que es el tuyo. siempre he sido experta en romper copas de vino contra el suelo frío del salón, mucho antes de combustionar las arterias con la noche. el tiempo no se acaba y yo intensificando cada minuto por miedo a que el siguiente no le siga. vienen de madrugada a visitarme
 los temblores 
que no se curan con mantas 
(que ya podrías ser tú, 
así en este orden) 
que me hartan la cabeza y mientras tú te construyes muros de ladrillo visto, dejándote al otro lado del mundo sin ver nada, al fondo de la esquina de tu cama. mira, hay que querer quererse demasiado para llegar a ser alguien como tú. primero hay que querer, siempre es lo primero.

tu voz, 
que empezó estallándose en mitad de una guerra
contra los nudillos de mi mano 
ahora se ha vuelto ansiolítica
a mis sentidos.
y un abrazo, lo que daba yo ahora por un puto abrazo.

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