8 de agosto de 2013


a veces le da por escribir en un diario de viaje como si lo estuviera. pero lo cierto es que se encuentra quieta, quietísima; y no tiene ni la menor intención de moverse. pero le da igual, porque cree que es el momento, siempre es el momento. tiene millones de ciudades en exceso guardadas en la cabeza, y más de una anclada en el corazón. con la capital agarrada a sus pestañas y el sur colgando de sus entrañas y unas ganas frenéticas de ir a donde no se puede ir. este verano está siendo verano a trizas, con pedacitos de noches superpuestas en días excéntricos. con risas que dibujan una línea recta en un surco relleno de ansiedad. enseñar las rodillas en madrugadas calurosas, saltar sobre una mezcla de agua y cloro. empaparse de lo extraordinario de la vida, esos pequeños momentos que ayudan a subir hacia la superficie y sacar la cabeza para coger aire. y respirar.
comenzar. mientras la ciudad se oscurece y los días se van difuminando con las luces de las calles.

si se encuentra mareada en este instante es normal, no se preocupe, 
se trata del movimiento del mar 
arrastrando su salitre hacia las profundidades.

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