16 de enero de 2013

el suelo estaba arrugado de infinidad de hojas de arce amarillas y verdáceas. el sol le pinchaba la piel y su mirada se perdía en la matrícula de aquel coche. otra vez se encontraba sentada en el bordillo de la acera. pasaba la gente mirándola con intriga pero a ella eso no le importaba. lo importante era que ya no volvería a ver más esa matrícula, ni ese asiento de atrás. ni los cristales convertidos en vapor de agua de las noches anteriores. pensó en correr, en correr detrás. pero lo único que hizo fue correr para encontrarse, o para que no la encontrasen. y voló lejos. con el frío de los últimos días del sur calándole la ropa. cruzó sin mirar y se fue directa al hospital para coserse la boca y vendarse los ojos.

y ahora me dan miedo los desayunos a solas. ahogarme en tazas enormes de café donde no haya nadie que pueda rescatarme con una cucharilla.

1 comentario:

  1. Se nota que has llorado porque querías ver de nuevo su rostro y no has podido. Su rostro es la cara de ese desconocido. Aprende, criatura, a verle en los semáforos.

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