17 de septiembre de 2012

y seguías callada. y yo sin poder articular palabra, tartamuda. cayó el primer abrazo de la noche. un par de besos y un saludo afectivo como entrante. una terraza de fondo y música en primer plano. y tú. y miles de palabras que rellenaban el espacio entre las dos. y hablabas y hablabas, sobre tu vida. y yo no decía nada. sí, estábamos justo en ese momento que siempre he echado de menos y que aún no había ocurrido. se me llenó el iris de lágrimas y los párpados de sal entre historias donde yo no existía. y no aguanté más. brotaron los sentimientos de mi garganta, salieron efusivos, directos a tu boca. y se encendió tu mirada, como las luces de los aviones que no pueden apagar el fuego por la noche.
dejaste que se te enfriara el corazón para poder cerrar las heridas, me dijiste. y te empeñaste en administrar cada conversación y dosificar cada palabra meticulosamente. te arrancaste a hablar de nuevo, y esta vez sí aparecí entre tus labios, asomando a la superficie y llegando a mis oídos. ¿qué has hecho durante tanto tiempo sin mí? y se hizo el silencio. jugué a ser fuerte y me rompí en pedazos en cuanto te miré. espero que tengas una lista de todos los besos que aún me debes porque vas a tener que devolverme uno a uno, y con sabores de pastas y quesos diferentes. nos empapamos toda la noche en alcohol del que no cura las heridas. y tú cada vez me abrazabas más fuerte. se abrió un agujero en tu esternón y conseguí meterme dentro de tu pecho. y no quería salir de ahí. me agarré a tus vértebras y sentí un escalofrío recorriendo tu espalda. me hice un nudo entre pulmón y pulmón y me abalancé sobre tu respiración durante toda la noche.

y ahora sólo me apetece perderme contigo, me da igual si la gente nos apoya o juega a hacer apuestas. no me importa si lo que nos rodea son olores de pizzas recién hechas o la humedad de estas últimas noches de verano.

yo sólo quiero que me inundes los días, amanecer enredada entre tus dedos y atardecer al revés.
-y que no te vayas nunca más, ¿vale?-.

(!)

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