derramé el café por toda la mesa. y no fue por descuido o por despiste. caían brotes pardos hacia el suelo, empapando todo lo que había debajo del escritorio. dejé que se esparciera y observé una a una cada gota que chocaba contra la gravedad.
después me fui, flemática e impasible. sin mueca ni expresión en mi cara. con un nudo en la garganta y el aroma de noches sin dormir pegado a mis pestañas.
esta era mi forma de llorar (de salir, de descansar, de respirar).
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